Clásicos del cine contemporáneo…por César del Campo de Acuña
Dirección: Denys Arcand.
País: Canada.
Año: 2007
Duración: 104 minutos.
Género: Drama.
Interpretes: Marc Labreche, Diane Kruger, Sylvie Léonard, Caroline Neron, Rufus Wainwright, Macha Grenon, Emma de Caunes, Didier Lucien, Rosalie Julien y Jean-René Ouellet.
Guión: Denys Arcand.
Música: Philippe Miller.
Fotografía: Guy Dufaux.
Montaje: Isabelle Dedieu.
Diseño de producción: François Séguin.
Vestuario: Judy Jonker.
Estreno en Canada: 12 de septiembre de 2007.
Estreno en España: 11 de abril de 2008.
El civilizado fin de la civilización
El camino marcado por el hombre a lo largo de la historia ha sido trazado por la continua dualidad que define el indómito y contradictorio espíritu que nos caracteriza. La pasión y la violencia se hermanan con la razón y el consenso para dictaminar la pauta evolutiva que nos ha conducido a nuestro presente y es en ese presente donde encontramos la mayor barrera de cara al futuro. En el hoy y ahora, nos damos de bruces contra obstáculos morales derivados de normas sociales impuestas por el civilizado devenir de los tiempos que nos ha tocado vivir. La eliminación sistemática de la humanidad dentro del hombre nos ha llevado a la mediocridad en pos de una transformación progresista forzada, injusta, hipócrita y acusadora que no duda un segundo en señalar y repudiar a todos aquellos que no comulguen con los preceptos dictaminados por una corriente de pensamiento más preocupada en buscar el bienestar de su conciencia histórica que en ayudar a crecer al concepto ser humano.
Todos estos descorazonadores elementos se dan cita en La Edad de la Ignorancia, hábil e ingeniosa sátira contra la corrección política y sus ramificaciones sociales en la que Denys Arcand, tras El Declive del Imperio Americano (Denys Arcand – 1986) y Las Invasiones Barbaras (Denys Arcand – 2003), pone fin a la trilogía que retrata con hiriente sensibilidad la sociedad que hemos construido. En esta ocasión Arcand nos propone conocer a Jean Marc (Marc Labreche), un mediocre funcionario que escapa de su realidad más inmediata por medio de su imaginación. En sus fantasías, Jean Marc es un escritor de éxito, un político respetado o un actor de prestigio que encuentra en la adulación de los demás el reconocimiento que su autoestima necesita y la vida le niega cada mañana. Su existencia anodina solo le reporta un doloroso vació y una extraña sensación de culpa por haber llegado a un punto en el que tan solo es relativamente feliz cuando se refugia fugazmente en su inventiva.
Más allá de representar por momentos aspectos de la crisis de mediana edad, La Edad de la Ignorancia se convierte en un sensacional retrato sobre como el yugo de la corrección política, el miedo derivado de los errores del pasado, la angustiosa carrera del éxito y la impersonal sensación de abandono que sufre la sociedad han convertido al ser humano en un pelele, en un tentetieso que solo aguanta y jamás pregunta ¿por qué? en voz alta por el recelo que le produce ser señalado como un elemento discordante a la norma.
Pero más allá del elevado mensaje subyacente que la película encierra nos encontramos ante un acertadísimo casting que simplemente a nivel visual consiguen captar la esencia de lo que sus personajes representan y transmiten. Marc Labreche es la viva imagen del hombrecillo del siglo XXI; un hombre acomplejado y dependiente del afecto que encuentra la vida como una comedia insulsa, absurda y retorcida. Por otro lado encontramos a Sylvie Léonard y Caroline Néron dando vida a la poderosa mujer del nuevo milenio; competitivas, ambiciosas, preparadas y poco escrupulosas con respecto al mundo laboral. No puedo dejar pasar por alto el papel de Diane Kruger, actriz que personifica con sobradas aptitudes el anhelo de la perfección, la meta a aspirar, el objeto inalcanzable del deseo.
La fotografía de la mano de Guy Dufaux acompaña con sobriedad a un aceptable Arcand que encuentra en la primera mitad de la película su principal baza satírica a la hora de convertir a La Edad de la Ignorancia en una obra elocuente, fascinante y muy recomendable.
Denys Arcand pone punto y final de manera notable a la trilogía que inicio en 1986 acercándonos, una vez más, a la cruda realidad que hemos construido por medio de un film irónico e inteligente en el que nuestra sumisión a las imposiciones sociales se pone en tela de juicio. Arcand nos grita: para comprender la realidad, no hay que huir de ella…solo transformarla.
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