Cujo.
Stephen King.
2011. 400 páginas. 09,95 €
Nuestros más profundos terrores se esconden en la rutina. Se escabullen entre los recovecos de nuestro perezoso entorno. Se mimetizan con lo cotidiano. Se escurren entre las grietas de nuestro infranqueable muro de cotidianidad, hasta que de un golpe, repentino, inesperado y terriblemente doloroso, nos deja sin aliento gracias a esa sensación de inestabilidad y peligro que nos zarandea cuando el horror cobra forma en la efigie de una desagradable sorpresa. Una promesa rota; la represalia del error; la violencia del deseo mal entendido; la irracionalidad animal en los ojos de aquellos que creíamos inocentes; las eternas e inesquivables malas noticias, que como pequeñas notas a pie de página aportan significación a nuestra biografía en forma de momentos definitorios. Stephen King (Pórtland, Maine, septiembre de 1947, Estados Unidos) es un autor, probablemente el que más, familiarizado con esos horrores cotidianos y mundanos a los cuales, con una pizca de genio y el incansable talento de aquel que espera a las musas trabajando, es capaz de retorcer hasta llevarlos al campo de la narrativa fantástica, traspasarla y convertirlo en un cuento en el que se ridiculiza el despreciable comportamiento humano.
Cujo, séptima novela del prolífico autor, publicada en 1981 y merecedora del Premio British Fantasy en 1982, es un sensacional ejemplo de ese horror cotidiano por el que King se mueve como pez en el agua o como araña sobre su tela. Orquestada como una novela de suspense y terror psicológico, el autor conquista al lector con un cuento ligero pero sobresaliente en el que los pequeños avatares del destino van cerrando una soga entorno al cuello de los contados personajes que protagonizan el relato página a página. Imposible de ser acusado como efectista, al menos en Cujo, el novelista hace una sensacional labor desarrollando identidades, definiendo caracteres y dotando de mayor mitología a ese pueblo maldito que es Castle Rock. Como el mejor de los directores de orquesta, King dota a su discurso de un ritmo pausado, sosegado e incluso exasperante para el impaciente pero delicioso para aquellos que disfrutan con la buena intriga, con el gusto de aquel que aunque no es consciente, sabe a donde quiere llegar y como desarrollarlo.
Sin bandazos y atropellos, King convierte una calurosa tarde de verano en el peor de los infiernos y antes de desatarlo crea un entramado de casualidades que transforman la realidad de sus personajes en una angustiosa experiencia en la cual el horror, la tensión y la desesperanza son tan palpables como el papel que sostiene a las palabras que conforman este relato. Cujo, como tantos otros trabajos del novelista de Pórtland, goza de esa envidiable cualidad que empuja al lector a leer más y más aun a sabiendas de que continuar le llevara demasiado deprisa al inevitable final. El relato, de asequible verbo para cualquier aficionado a la lectura, se convierte en una de esas historias de aparente poca ambición capaz de convertirse en un éxito de masas por una propuesta tan inteligente como acertada en su contenido.
Cujo es una sensacional novela de terror y suspense que cautivara al lector y lo atrapara como la brutal mordedura de un perro rabioso. Sin lugar a dudas una de las más memorables novelas ligeras de King.
César del Campo de Acuña.
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